El Poder de la Música
Quiero empezar por aclarar que este no es un blog de datos científicos en el que te explico y cito uno a uno los poderes curativos de la música de acuerdo con tal y cual estudio. Aunque si los hay (los estudios) y está comprobado que la música aumenta la producción de dopamina, disminuye el cortisol, en general nos hace sentir mejor y mejora nuestro estado de ánimo y nuestro cerebro funciona mejor cuando se encuentra bajo el encanto de la música. No, este no es un ensayo científico. Esta es una carta de amor. Una carta de amor dedicada a uno de mis más grandes amores, sin duda uno de los primeros y estoy segura que de los últimos, que es la música. Así es que voy a hablar desde el corazón y no desde la cabeza. Voy a hablar de lo que la música me hace sentir. La música es súper poderosa. Tu lo sabes, yo lo sé, ustedes lo saben, nosotros lo sabemos. ¿Por qué lo sabemos? ¿Porque estudiamos por años en el conservatorio? ¿Porque la materia de música es primordial en todas las escuelas? No. Lo sabemos porque todos hemos sentido ese poder, esa expansión, esa explosión dentro de nosotros al escuchar tal o cual melodía. Esa sensación que te agarra desprevenida y de repente y sin aviso te hace llorar, te hace gritar, te hace reír o te obliga a levantarte de donde estes y a bailar a su beat, o al menos a mover el hombro, la cabeza o tal vez el pie o los tres al mismo tiempo, de tal forma que tu cuerpo por un instante deja de ser tuyo y le pertenece al beat y a la música. TODOS LO HEMOS SENTIDO. De casi nada estoy segura en esta vida, pero de esto sí. Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que todos hemos sido premiados al menos una vez por un instante por ese hechizo. La música es MAGIA. La música es MEDICINA. La música es CONEXIÓN. La música es UNIÓN. La música es AMOR. La música es la llave que abre hasta los corazones más cerrados y sana heridas que ninguna medicina puede curar. La música libera a tu alma de los calabozos de tu mente. La música hace que se nos olviden conceptos tan raros y absurdos como son la raza, las fronteras, los credos, las preferencias, los cultos y las afiliaciones. Para la música el único credo que importa es la conexión del cuerpo con el beat, y la conexión entre dos cuerpos o dos millones. La música transforma al mundo porque la música transforma a las personas. La música ama, se dirige y nos habla a todos por igual. Entonces yo me pregunto, ¿acaso no son éstos (el amor, la unión, la conexión) principios fundamentales que deberíamos seguir todos los seres humanos independientemente de nuestro credo, templo o religión de preferencia? Quiero comenzar una rebelión en donde día con día nos hagamos espacio para experimentar la música y todo su poder. Porque lo que el aire y el agua son para el cuerpo, la música es para el alma. Es mi más profundo deseo transmitirles clase a clase, semana a semana, el maravilloso poder de la música, la heroína de esta historia, en sincronía y combinación con el movimiento del cuerpo. Ojalá y logre transmitirles a través de la pantalla aunque sea un pedacito de este amor profundo que siento por la música y lo que la música me hace sentir, porque con que sientan un gramo de lo que yo siento la rebelión ha empezado. ¡Qué empiece la rebelión! Y como dice ABBA, ¡Gracias por la música! Con amor, Bea
La magia del equilibrio y balance en el ejercicio
Hace un mes, aproximadamente, decidimos modificar el diseño semanal online para ofrecer a nuestra comunidad un programa mucho más integral de día a día, a efecto de que logren esa conexión con el cuerpo que se busca siempre en Revel. Esto surge desde la profunda convicción que tenemos de que dicha conexión es imposible de alcanzar sin las pausas y descansos necesarios independientemente del carril, nivel o estado de acondicionamiento físico en el que te encuentres. Peeeero, y ahí viene el pero, con mucha frustración nos hemos dado cuenta que la respuesta a este cambio es de mucha resistencia. Será que como dicen por ahí…¿somos hijas de la mala vida? ¿Ya nos tatuaron a base de madrazos la cultura del no pain no gain a tal grado que ni siquiera la cuestionamos? Es muy probable. ¿Pero qué creen? ¡Si existe otro camino! El placer, el gozo y el éxtasis que encontramos en el movimiento está a nuestro alcance, seas Advancer, Focuser, Beginner o apenas te estés decidiendo a empezar. Y lo único que tienes que hacer es darte la oportunidad de abrirte a las posibilidades y darte permiso de cuestionar tus viejas creencias. Si eres Advancer, necesitas darle esos espacios al cuerpo para aflojar, descansar y reagrupar, para que los días extenuantes de la semana (que créanme los hay) logres hackear y optimizar tu cuerpo y sus recursos al máximo sin quemarte. Si eres Focuser, necesitas encontrar ese punto de equilibrio entre el irte retando para construir cada vez más y el dejar que los músculos y fibras se relajen y descansen para que tu progreso no se vea afectado por la frustración, el burnout o peor aún, una lesión. Y ¡qué decir de nuestras Beginners adoradas!, para las que es absolutamente necesaria toda la atención, cariño y compasión para que sus cuerpos sigan moviéndose, tejiendo, construyendo y descubriendo ese placer en el movimiento. ¿Por qué creemos que tenemos que ir a mil por hora siempre? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo hacer pausa y respirar? ¿Por qué pensamos que tenemos que llevar al cuerpo a un agotamiento total, constante y continuo para obtener resultados? ¿Por qué el descanso está mal? ¿Por qué no podemos confiar en el cuerpo? ¿Por qué, a pesar de toda la evidencia en contrario, estamos convencidas que nuestro cuerpo se va a desmoronar si dejamos de pisar el acelerador? ¿A qué le tenemos miedo? ¿A sentir? ¿A engordar? ¿A aguadarnos? ¿A no ser suficientes? Puede ser que estemos un poco fuera de sintonía con nuestra frecuencia, pero no importa que tan fuera de sintonía estés, el mensaje del cuerpo siempre es el mismo: “Cuidame que yo te cuidaré”. Prendamos el switch, re-sintonicemos. Llegó la hora de leer el memo. Encontremos ese sweet spot en el que la armonía entre el esfuerzo y el descanso sea tan deliciosa, que no nos podamos imaginar alguna otra manera de movernos y de tratar a nuestro cuerpo, mente y espíritu. Con amor, Bea