Revel the Movement

Mi primera curiosidad, mi gran curiosidad, la que me llevó a elegir mi camino en la vida, fue saber de qué está hecha una persona. Qué hace funcionar a esta compleja mezcla de carne, hueso, electricidad y algo más, algo indescriptible. He dedicado muchos años a estudiar para encontrar las respuestas. Comencé mi búsqueda por el camino de entender el cuerpo humano y su funcionamiento. Obtuve una licenciatura en nutrición y, después de haberme concentrado en ese enfoque médico, sentí que mis preguntas, en lugar de quedar respondidas, eran más profundas. Me quedó muy claro que la salud del cuerpo es crucial para una vida plena. Pero que hay mucho más por indagar. En la Universidad de Harvard obtuve un certificado en Salud Pública, con especialización en Lactancia Humana. El fruto de esta experiencia fue un libro dedicado a las niñas: Qué Maravilloso es Tener Pechos. Ese libro fue un intento de llevar un mensaje importantísimo para las niñas: el cuerpo de una mujer está hecho de muchas maravillas. Comencé a interesarme en los otros aspectos de nuestro ser: aquello que somos, además de un cuerpo. Cómo se beneficia nuestra vida y nuestra salud cuado buscamos, de manera consciente, la plenitud en todos los aspectos. Aprendí a elaborar productos de belleza naturales, mientras dedicaba más de mil horas de estudio (en el West Coast Institute of Aromatherapy, en Vancouver, Canadá) a las esencias de las plantas, a su capacidad para sanar y mejorar la vida. Me quedó claro que, en aspectos clave de nuestra vida y nuestras emociones, como la sexualidad, había algo más que el cuerpo físico, algo más que la vía médica para lograr el bienestar. Mi siguiente estación de aprendizaje fue la School of Healing Arts, en San Diego, donde me certifiqué como terapeuta masajista y como Reiki Master. Hice, además, algunos estudios de Ayurveda. Esta sencilla frase tiene un gran significado: en este punto de mi aprendizaje, era cada vez más claro para mí que el cuidado de la salud, que la búsqueda de la plenitud en la vida, en el amor, en la expresión de nuestra sexualidad, era un asunto que rebasaba al cuerpo y a sus necesidades. Entendí la naturaleza holística de nuestro ser: somos más que sólo el cuerpo, más que sólo el alma, más que sólo la mente. Lo que nos nutre va más allá de la comida. Lo que nos sana va más allá de la medicina. Ahí comenzó un camino de siete años en la medicina oriental, una de las tradiciones más antiguas y el sistema médico más completo de la humanidad. Fueron años de desvelos, de hallazgos, de prácticas intensivas en San Diego, residencias en hospitales en Chengdu, en China, hasta obtener mi doctorado. Para este momento, ya lo habrás adivinado: este camino nunca ha sido fácil. Ha estado marcado por esfuerzos agotadores, lágrimas, momentos de duda, historias que también me fueron construyendo, a través de duras lecciones de vida. Una de las más importantes que aprendí: cuando todo se reduce a fragmentos, te queda la oportunidad de construir con ellos algo nuevo. Aprendí también que vivimos en una era donde todo es posible y, sin embargo, hay cosas que no cambian. Una de ellas es el papel que se ha ido atribuyendo a la mujer en el sexo. Las maneras en las que se nos ha enseñado a percibirnos, el papel asignado al hombre y a la mujer en la relación sexual, la idea de “activo” y “pasivo”, la falta casi total de información y conocimiento de nuestro cuerpo y de sus muchas capacidades para la expresión, para el afecto y sus sensaciones, para el placer como una fuerza del espíritu. Sobre todo: la culpa por sentir placer, como si se cometiera una especie de infracción a la santidad de nuestro cuerpo. Esto me llevo justo a donde me encuentro ahora; terminando una especialidad en sexualidad humana en ISEE; Institute for Sexual Education and Enlightenment, para ser Terapeuta sexual y asi poder, de una manera más completa, ayudar a mujeres y hombres a alcanzar y desarrollar todo el potencial de su sexualidad y vivirla con plenitud. Son incontables las historias de mujeres que viven experiencias sexuales insatisfactorias, y las razones están, casi en su totalidad, fuera del alcance de medicamentos o tratamientos; están más allá de su cuerpo, en su experiencia de la vida, en su educación, en su percepción de sí mismas. Las razones están en la falta de conocimiento. Conocimiento de nuestro cuerpo y su poder maravilloso. Conocimiento de nuestro verdadero papel en la historia, del que tuvimos durante decenas de miles de años, antes del nacimiento de las sociedades patriarcales. Conocimiento de nuestro valor y nuestra belleza. Hoy, dedico mi vida a mejorar las de otras personas. Creo que hombres y mujeres deben saber más acerca de las posibilidades de una vida sexual plena y satisfactoria. Creo que la visión androcéntrica, centrada en la dominación, ha afectado a hombres y mujeres. Creo que es el momento de recuperar nuestro lugar, de apropiarnos otra vez de nuestra sexualidad, de vivirla y disfrutarla sin culpa, a plenitud, conscientes de su poder.

Marta Briseño

@martabriseno 

facebook.com/Dra. Marta Briseño

 

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