¿Cómo aprender a vivir y amar con todo el corazón? ¿Cómo abrazar la imperfección? ¿Cómo dejamos ir la persona que creemos que debemos ser y abrazamos a quien realmente somos?
Según Brené Brown, la autora de nuestro libro del mes “Los Dones de la Imperfección”, la única manera de vivir con todo el corazón es cultivando precisamente los dones de la imperfección, que son la valentía, la compasión y la conexión.
No sabía bien cómo abordar el tema y se me ocurrió hacerlo desde mi propia experiencia, ya que al final es lo más valioso que tengo para ofrecer. Aquí mis tres centavos:
Para mi, el viaje hacia una vida de todo corazón (que empecé a emprender hace unos tres años), es como tratar de llegar de Tecamachalco a Chalma de Guadalupe por primera vez en tu vida circa 1997 con una Guía Roji (que no sabes usar pero tus papás insistieron), tanque medio lleno, una Ladatel, $200 en la cartera y en un coche de velocidades que aprendiste a manejar antier. Y te lanzas nerviosa pero feliz de haberte animado y como que te la empiezas a creer y vas manejando encantada de la vida cantando y celebrando los grandes momentos de tu increíble vida solo para darte cuenta horas después que estabas yendo exactamente en la dirección opuesta y que ya te perdiste. Y se empieza a ir todo un poco al caño, no completamente, solo un poco, todavía crees estar en control de la situación, estás segura que fue una vuelta equivocada y que en dos cuadras vuelves al camino que ya te sabes, no necesitas pedir ayuda, reconoces todavía algunas calles, sigues dando vueltas y ahora si, ¡completamente al caño! Es un hecho de la historia, no tienes la menor idea en dónde estás. Estás en barrios desconocidos, oscuros y aterradores y te arrepientes por sobre todas las cosas de haber ignorado a tu papá mientras te trataba de explicar cómo llegar. Pierdes la fe, la paciencia, el cool. Sientes miedo, frustración. No hay por dónde. Das vueltas en círculos. Topas con pared. Llega el punto de quiebre y te sueltas a llorar en el volante (si no lo hay, estás más perdida que nunca…créeme), tu increíble vida ya no se ve tan increíble y todo el vigor y la emoción y la energía con la que te subiste al coche se empieza a desvanecer y viene el desmorone ahora sí en serio. Y por supuesto que en ese momento es cuando llega una subida con tráfico y claro que se te ahoga el coche, porque acuérdate que aprendiste hace una semana a manejar velocidades y la confianza en ti…pérame…¿cuáal confianza en ti?, y la cola interminable de coches atrás en hora pico no te dejarán olvidar lo inadecuada que eres. Y te confirman la mala idea tuviste de creer en tí y, ¡¿en qué maldito momento se te ocurrió creer que podías hacerlo?! Es obvio que era mala idea y lo sabías, ya te lo habían dicho. Los claxons solo te lo confirman. Pero de pronto respiras, vuelves a ti, re-agrupas, re-evalúas tus opciones (porque siempre hay opciones), apagas los claxons y las mentadas de madre y los insultos y te acuerdas que si le pusiste atención al profesor de manejo…freno, clutch, meto primera, suelto clutch, suelto freno, piso acelerador… y que si estabas medio pelando a tu papá cuando te explicaba la diferencia entre el Periférico Norte y el Eje 6 y sobre todo te acuerdas que siempre está la fabulosa y fácil opción de bajar la ventana y pedir ayuda las veces que sean necesarias porque a veces eso es lo único que se requiere…bajar la ventana y pedir ayuda. Algunos te ayudarán, otros no tanto, no importa, lo que importa es que aprendiste a pedir ayuda. En pocas palabras, te acuerdas que traes la bolsa retacada de herramientas y que si eres capaz de hacer cosas difíciles y que tenías razón al confiar en ti y que si el señor de atrás, opina que eres una tarada que no debería estar manejando, ese es problema del señor de atrás, no tuyo y te repites que estás aprendiendo a manejar y que se te va a apagar el coche esta y varias veces más y que no pasa nada y de pronto…vuelta a la derecha y, aleluyaaaaaaaa, ¡Periférico!
Y no es que con esta ya sepas llegar a todos lados y te las sepas de todas todas, todo lo contrario, pero vas acumulando lecciones y aprendizajes a través de la práctica, y así, en tu siguiente trayecto ¿cometerás errores? ¡Seguro! Pero no serán los mismos. Esta vez bajarás la ventana desde el principio…
Con mucho amor,
Bea