Sexual Wellness: El deseo sexual, mucho más que un impulso
SEIS DATOS QUE PUEDEN INICIAR UN GRAN CAMBIO ¿Qué sucede con eso a lo que llamamos impulso sexual? ¿Por qué es tan voluble, a veces incluso impredecible? ¿Por qué, en la misma situación, unas veces lo sentimos y otras no? Lo primero que deberíamos hacer, es dejar de llamarlo “impulso”, como si fuera un instinto inevitable o una fuerza externa. En lugar de eso, hablaremos de nuestro deseo, nuestras ganas de tener una experiencia sexual en un momento dado. PREGUNTAS SENCILLAS, RESPUESTAS COMPLEJAS Una investigación reciente acerca de este tema formuló, entre otras, la siguiente pregunta: Si te ofrecieran tener todo el dinero que quieras, pero con la condición de que tu vida sexual se va a quedar exactamente como está, y nunca va a mejorar, ¿aceptarías? ¿O preferirías dejar pasar el dinero, en la esperanza de tener una vida sexual mejor? Muchas de las personas que respondieron preferirían conservar la esperanza de una vida sexual mejor. ¿Qué significa esto? ¿Qué toda la gente está insatisfecha con su vida sexual? ¿Qué estamos cometiendo errores? Para nada. Por una parte, deja clara la enorme importancia emocional que tiene, para las personas, su vida sexual. Por otra, significa que pocas personas consideran que tienen una vida sexual “ideal”. Tenemos mucho por aprender acerca de cómo funciona el deseo sexual, y cuánto de esa emoción depende de factores que están a nuestro alrededor. UN SISTEMA COMPLEJO En realidad, nuestro deseo sexual no es un impulso, porque esto implicaría que es siempre un estímulo. Pero los enfoques de investigación más recientes sugieren que no se trata sólo de un estímulo sino de un complejo sistema de “aceleradores” y “frenos”, que se activan o desactivan en función del momento en el que estamos (tanto en nuestro entorno físico como en el mental). Pueden ser lugares, personas, olores o sonidos que provocan o disminuyen el deseo de tener una experiencia sexual en un momento dado. Y funcionan diferente para cada persona. Hay quien ve como un estímulo la posibilidad de que alguien más la vea o la escuche, y hay quienes lo ven como un enorme freno. Además, tienen que ver con nuestra naturaleza sexual. Simplemente, hay personas que tienen muy sensibles los aceleradores, y otras que necesitan más tiempo para alcanzar la aceleración. Hay quienes activan los frenos a la menor señal, y quienes tienen problemas para frenar. ¿ES CUESTIÓN DE ECHARLE GANAS? En realidad, es falsa la idea de que “todo está en ti”. Por fortuna, hoy contamos con investigación y con conocimiento que nos permiten explorar de cuántas maneras nuestro contexto y nuestra personalidad sexual determinan nuestro deseo, y también las etapas por las que éste pasa. Las claves para conocer mejor nuestra relación con el deseo sexual las podemos encontrar en nuestra mente, en nuestra educación y en la situación que estamos viviendo. También es importante conocer nuestra propia anatomía, y entender cuántas semejanzas hay entre los genitales masculinos y los femeninos. Por supuesto, hablaremos también de la enorme influencia que la cultura pop tiene en nuestra auto imagen, y cómo eso puede arruinar nuestra vida sexual. 1. NUESTRA ANATOMÍA, NO SOMOS TAN DIFERENTES La anatomía masculina y la femenina son configuraciones diferentes de las mismas estructuras. Por eso notamos peculiaridades que parecen no tener sentido, como los pezones de los hombres. Y es que, al principio de nuestra gestación, nuestros cuerpos no son masculinos ni femeninos. Comparten una misma estructura y los mismos tipos de tejido. Sólo cuando llegan a un cierto punto de la gestación se vuelven masculino, femenino o, en ocasiones, inter sexo. En ese momento, además, cada parte del cuerpo cobra su forma final, y esta configuración es irrepetible. Es decir, cada vagina tiene una forma única y características propias, y la parte visible de un clítoris puede variar en tamaño, desde el de un chícharo hasta el de un pepinillo. Olvidemos la idea de estándares, de “lindo” y “feo”, de normal y anormal. La variedad es la única norma. 2. TIENES UNA PERSONALIDAD SEXUAL ÚNICA Cada cerebro, en cada persona, tiene un complejo conjunto de asociaciones, imágenes, pensamientos y traumas que, de acuerdo con el contexto del momento, pueden actuar como “aceleradores” o “frenos” para el deseo sexual. Cuando un sistema nervioso aplica sus frenos con facilidad, la persona suele tener más barreras sexuales. Pero esto no es un defecto o una enfermedad. Cada cerebro tiene, en diferentes momentos, diferentes niveles de sensibilidad a los estímulos que causan el freno o la aceleración en el impulso sexual, y esto es perfectamente normal. 3. EL CONTEXTO ES ESENCIAL La calidad de una experiencia sexual depende del contexto. El contexto es uno de los mayores frenos y también uno de los grandes aceleradores que gobiernan nuestro impulso sexual. Podemos recibir exactamente los mismos estímulos y, si se presentan en contextos diferentes, nunca tendrán el mismo efecto. Hay contextos que inmediatamente, casi de manera obligada, asociamos con el impulso sexual, y contextos que, con la misma claridad, identificamos como impropios para el sexo. Por supuesto, el contexto es más que el lugar: es también la situación y es también nuestro estado de ánimo. 4. EL ESTRÉS MATA AL SEXO Cuando estamos pasando por situaciones de estrés, sin importar su causa, el impulso sexual se suprime prácticamente por completo. Incluso en un contexto que asociamos con la experiencia sexual, puede haber factores de disrupción (una discusión, ansiedad del desempeño, malestar físico). Esto es comprensible y no es algo por lo que debamos culparnos. 5. LOS PELIGROS DE LA CULTURA POP La cultura pop, con sus visiones estandarizadoras y sus normas injustificables, puede arruinar nuestras vidas sexuales. Las revistas supuestamente hechas para mujeres, están siempre idealizando y glamorizando la experiencia sexual, hablando de vidas sexuales intensas, de “complacer a tu pareja”, de ser, siempre y en todo momento, atractiva. Presentan como real un ideal de belleza física que sólo se logra con cirugías y efectos fotográficos. De eso hablamos siempre. Pero se habla menos de cómo proponen, también, un ideal no realista,