“Mmm ¡Qué bien se siente! ¿Te gusta a ti también?”
Y tú piensas: en realidad no, no mucho. Pero contestas: “¡Sí, claro! ¡Delicioso!”, mientras volteas tus ojos con cara de enfado. Lo bueno de esto es que estás en posición de perrito y él no puede ver tu cara de enfado. Lo que quieres es que esto termine ya.
Él continúa disfrutando y gime, entusiasmado; su respiración se acelera cada vez más y tú percibes que está apunto de venirse, así que empiezas a respirar aceleradamente y a gemir también.
“¡Si! ¡Así! ¡Más! ¡Dame más! ¡Más profundo!”, gritas, para apresurarlo a que termine.
Finalmente, él eyacula y tiene un orgasmo y te pregunta, “¿Te viniste tú también?”
“Sí, claro, estuvo increíble”, mientes.
El fragmento anterior es del libro Becoming Cliterate, de Laurie Mintz. Desafortunadamente, también es un diálogo de lo mas común en la intimidad de muchas relaciones.
¿Por qué las mujeres fingimos el orgasmo? ¿Por qué la brecha orgásmica es tan grande entre mujeres y hombres en una relación heterosexual? No podemos hablar de igualdad de género cuando existe una desigualdad tan grande en el dormitorio. Merecemos una vida sexual plena y satisfactoria.
¿Qué es la brecha orgásmica, a que se debe y cómo podemos disminuirla?
La revista Archives of Sexual Behavior publicó un estudio que incluyó a más de 52,500 adultos. Los autores encontraron que, en relaciones heterosexuales, los hombres tienen orgasmo alrededor de 95% de las veces que tienen una relación sexual. En cuanto a las mujeres, apenas cerca de 60% refieren llegar al orgasmo. Otros estudios (enfocados también en las relaciones heterosexuales) han dado datos aún más alarmantes: mientras el porcentaje de hombres que alcanzan el orgasmo permanece casi igual (91%), el de mujeres podría ser tan bajo como 39%.
El término “brecha orgásmica” se refiere a la realidad de que las mujeres en relaciones heterosexuales son el grupo demográfico que tiene menos orgasmos durante una relación sexual, y que una gran distancia las separa de los hombres en este tema.
Si bien es cierto que una vida sexual plena no se define por el número de orgasmos que una persona tenga, se trata de una diferencia muy marcada, y el gran misterio es: ¿por qué hemos dejado que se normalice esta situación?
La brecha orgásmica tiene que ver con muchos factores, pero uno muy importante es la ignorancia cultural acerca de la anatomía femenina. Entender nuestra anatomía es fundamental para saber qué nos gusta y cómo lograr el placer máximo. Aprender acerca de lo que nos provoca placer y conocer nuestros lugares mas erógenos nos da un mayor control sobre nuestros cuerpos. Así podremos enseñar a nuestras parejas a darnos más placer y lograr más igualdad en la cantidad de orgasmos.
Mitos, verdades y malentendidos
Necesitamos desaprender lo aprendido y estar dispuestas (y, claro, dispuestos) a empezar de nuevo. Uno de los principales mitos a erradicar es que la penetración es suficiente para que la mujer alcance un orgasmo. Es la escena mas común presentada en la industria pornográfica. Vemos a parejas teniendo lo que pareciera ser un sexo maravilloso, que consiste en la pura penetración, ignorando por completo al clítoris y todo su potencial. Vemos hombres que penetran por horas sin cesar a mujeres que aparentemente están volviéndose locas del placer, pero a la hora que nosotros tratamos de reproducir esas escenas nos damos cuenta de que no es así. La penetración por sí sola realmente no es placentera para las mujeres. El canal vaginal, en donde se lleva a cabo la penetración, casi no tiene terminales nerviosas. Si tuviera las necesarias para tener un orgasmo tan placentero como lo hacen ver las estrellas del porno, simplemente no sería posible parir: nos moriríamos del dolor.
El centro de nuestro placer se encuentra en el clítoris, ese órgano destinado exclusivamente al placer y bastante ignorado y desconocido, todavía hoy en día, tanto por los hombres como por las mujeres.
Otro factor que complica las cosas son los orgasmos fingidos. Hay estudios que demuestran que más de 70% de las mujeres en alguna ocasión de su vida o de manera habitual han fingido o fingen el orgasmo. Lo más triste y preocupante de esta parte es que las mujeres fingen el orgasmo porque creen que, si no lo alcanzan “como deberían hacerlo”, se debe a un defecto o una falla personal de ellas; que algo no están haciendo bien.
El problema también radica en que estamos en una cultura que valora más la forma de placer masculina que la femenina.
La anatomía del placer femenino
La zona genital femenina incluye órganos internos y externos. Una de las partes internas es el canal vaginal, que es por donde entra el pene y por donde salen los bebés. Esta parte, como mencioné, tiene muy pocas terminaciones nerviosas, precisamente para poderse expandir lo suficiente para que nazca un bebé sin que la mamá muera en el intento.
La parte externa se llama vulva. Está compuesta por los labios mayores y menores, así como la parte externa del clítoris, también conocida como “glande del clítoris”. Está hecho del mismo tejido que el pene, podemos decir que es su órgano análogo y, así como el pene, está compuesto de tejido eréctil y de miles de terminales nerviosas que se engrosan y crecen cuando se excitan.
La gran mayoría de las mujeres necesitan estimulación clitoriana para lograr un orgasmo y la brecha orgásmica, generalmente hablando, es el resultado de que las mujeres no reciban la estimulación necesaria en su clítoris durante los encuentros sexuales heterosexuales.
Si ponemos un poco más de atención a la forma de masturbarse de hombres y mujeres, podemos darnos cuenta que la forma en la que el hombre se da placer individualmente es bastante similar a la forma en que lo hace durante una relación sexual. En cambio la forma en la que una mujer se masturba casi siempre incluye estímulo directo al clítoris, ya sea de forma exclusiva o con alguna forma de penetración. Y cuando lo hacen así, casi todas las mujeres logran el orgasmo de manera fácil y en minutos. En realidad, el tiempo que le lleva a un hombre y a una mujer llegar al orgasmo cuando se autocultivan es bastante similar. Muchas mujeres saben cómo darse placer a sí mismas. Sin embargo, cuando están en una relación sexual con un hombre, lo intentan hacer de la forma que un hombre lo hace: a través de la penetración. Llegamos al punto de usar la palabra sexo para referirnos a penetración. A todo lo anterior a la penetración lo llamamos “juego previo” o “preámbulo”, sin considerar que lo que llamamos preámbulo incluye la estimulación clitoriana, que la gran mayoría de las mujeres necesitan para llegar al orgasmo. También llamamos a toda nuestra zona genital “vagina”, erradicando así de nuestro lenguaje la parte de nosotras que nos da el mayor placer. Llamamos a nuestros genitales por el nombre de la parte que tiene que ver con la penetración y con el orgasmo masculino.
Si valoráramos mas el placer femenino podríamos, como dice Laurie Mintz, llamar a todo el preámbulo y la estimulación clitoriana como “sexo” y todo lo que viene después, como la penetración, seria considerado “post juego” o “final”.
El principio de todo: conocernos y dejar que nos conozcan
Para lograr una igualdad orgásmica tenemos que empezar por cambiar nuestra forma de entender el cuerpo femenino y su forma de tener placer. Dejar de centrar el sexo en la penetración, darnos cuenta de la forma en que hemos sido manipuladas y no dejarnos engañar más por la forma tan poco realista que nos presentan en los medios para alcanzar placer. En nuestras relaciones heterosexuales debemos dejar de fingir orgasmos y mejor hablar con la verdad, y darle igual importancia a la penetración y a la estimulación clitoriana. Conocernos y enseñarles a nuestras parejas la forma en la que verdaderamente sentimos placer. Para poder llegar a tener sexo que en verdad valga la pena y orgasmos maravillosos, para una vida más sana y más feliz.
Marta Briseño
@dramartabriseno
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