Te cuento que yo siempre quise ser mamá, lo supe desde los 6 años en que estaba jugando con mi muñeca comiditas, dándole de comer y cambiándole el pañal. Me acuerdo de ese sentimiento de realización. Esa imagen ha vuelto a mi mente mil veces desde entonces y fue la primera vez que me conecté con ese deseo super profundo que me siguió toda la vida.
Tuve un matrimonio super complicado, habíamos dicho que tendríamos un hijo después de 3 años, pero los años fueron pasando y yo la verdad como que no era consciente del paso del tiempo. Al final, él me informó que no quería tener hijos y después de 2 años de terapia por fin logré decidir salirme de esa relación. Mis creencias religiosas me habían tenido ahí tratando de rescatar esa relación.
Ya divorciada me la pasaba buscando un papá, en lugar de un hombre con el que me sintiera feliz. Una mega presión para los hombres que se acercaban a mí. Obvio no fue nada positivo y más de uno salió por patas!! Jajajaja
Gracias a eso me decidí a congelar óvulos, ya tenía 39 años y me sentía super presionada por la edad. Mi ginecólogo me recomendó hacerlo en Nueva York pues la tecnología en 2010 era mucho mejor allá, me decidí y lo hice. Mi mamá me apoyo muchísimo y ella y mi hermana vinieron a acompañarme al viaje. Me fue super bien, y ya con un buen número de óvulos congelados me sentía con una póliza de seguro que me garantizaba ser mamá más adelante y tener tiempo para encontrar a Mr. Perfect.
Tuve una relación de pareja super formal, todo pintaba muy bien y él estaba de acuerdo en tener hijos conmigo. Yo le dije desde el principio, siempre fui super sincera en cuanto a mi deseo de ser mamá. Él estaba de acuerdo siempre, más cuando llegaba el momento de iniciar con el tratamiento el cambiaba de opinión. Cada vez que el cambiaba de opinión yo terminaba la relación pues tenía super claro que mi prioridad era ser mamá. Lo malo fue que esto pasó no solo una vez ni dos, sino 3 veces. Ya la última vez pude ver la realidad y empezar a trabajar en mi para poder hacerlo yo sola. Ese año hice todos los análisis y ya estaba todo listo pero simplemente no pude hacerlo. No me sentía segura, no estaba lista y de alguna forma mi estado de animo no ayudaba. Yo sabía que tenía que estar super bien para que el tratamiento funcionara. Y así pasaron otros dos años.
Ya en 2020 de alguna forma la vida me puso todo enfrente para poder avanzar, justo al inicio de la pandemia. La doctora de la clínica de fertilidad me había dicho: “de aquí a que tengas 50 años cuando quieras”. Ya iba a cumplir 49 ese año y sentí que lo tenía que hacer si o si ese año. Pedí ayuda a una colega de ThetaHealing. Conocí esta técnica en el 2011 y me metí de lleno, tomé todos los cursos y alcancé el nivel más alto. Ahora es a lo que me dedico, confío 100% en el ThetaHealing. Mi enfoque fue sanar todo lo que me detenía para hacer lo que tenía que hacer para tener un bebé, para cumplir el sueño de toda mi vida.
Al final se fue posponiendo la cita por la pandemia hasta el mes de julio. En esa consulta me entero que en el ultrasonido que me había hecho salía una bolita en el pecho que no le gustó a la doctora. Me mandó a una especialista de oncología que me dijo que no creía que fuera nada malo, pero que había que repetir el estudio en un mes y en todo caso hacer una biopsia.
Todo ese mes me dediqué a hacerme ThetaHealing para sanar la bolita pero tuve miedo de no poder cumplir mi sueño de ser mamá. Si salía algo malo en la biopsia ya no se podía hacer. Pasó el mes y la verdad es que me costó armarme de valor para ir a la consulta. Gracias a Dios ya no salía nada en el ultrasonido. Sentí una felicidad enorme y en ese momento me sentí super decidida ahora si a hacer el tratamiento de fertilidad. El pensar que estaba la posibilidad de no poder hacer el tratamiento me hizo tomar la decisión. Y a partir de ese momento se empezaron a dar las cosas y a abrir todas las puertas.
Cuando me di cuenta que solo dependía de mí la decisión de ser mamá dejé de pedir permiso de alguna forma a la sociedad y pude conectar con mi fuerza para hacerlo. Una parte dentro de mí había creído que las personas a mi alrededor tenían que estar de acuerdo conmigo para poder así contar con su ayuda. Este fue uno de los momentos de claridad más importantes en mi camino a ser mamá.
Todo avanzó desde entonces sin problema ni contratiempo alguno. Empecé el tratamiento y una vez que pasé la primera inyección todo fue más fácil. Me hacían ultrasonidos de vez en cuando y por fin mi cuerpo estaba listo llegó el momento de viajar a Nueva York. Una amiga me prestó su departamento en NY y otra amiga me acompañó al viaje, así que llegué CON TODO a la transferencia de embriones. Si tuve momentos de duda pero gracias a Dios la amiga que me acompañó me subió el ánimo cada vez. El viaje fue algo complicado en cuanto a que estaba en pleno apogeo el covid en Nueva York y yo me tenía que cuidar mucho.
De regreso empezó la espera de 11 días para poderme hacer la prueba de embarazo. Cuando salió positiva lloré de la emoción, no lo podía creer. Mi sueño se estaba cumpliendo. En el primer ultrasonido sentí una alegría enorme cuando pude ver el saquito vitelino y la doctora me explicó lo que era y que todo se veía muy bien.
En la semana 9 me hice la prueba genética, un poco nerviosa la verdad y gracias a Dios todo estaba bien y supe por fin el sexo: ¡¡niña!! No podía de la emoción, siempre había querido una niña!! Ya hasta tenía vestiditos bordados que le hice cuando viví en España en el año 2000!!!
Todo fluyó super bien durante el embarazo. Lo mejor que me pudo pasar para saber que iba en el camino correcto fue cuando el ginecólogo me felicitó en el mes 7 de embarazo por la sincronicidad en el crecimiento de mi bebé. Me dijo que no era normal ver tanta sincronicidad en un primer bebé y menos a mi edad!!! En ese momento pensé, YES!!! Si se puede y si se puede bien. Me sentí muy agradecida con mi ThetaHealing y con todo el trabajo que hice para poder llegar a ese momento de felicidad y de sentirme super orgullosa de mi bebé. Pensé así se han de sentir los papás que van al colegio y les dan un premio a sus hijos. Pero en este caso sentí que la palomita era para mí, por haber decidido ir por mi sueño, por haber sanado lo más posible y por haberme lanzado a pesar del miedo y a pesar de la incertidumbre.
Solo quería intentarlo, no quería seguir viviendo mi vida viendo como los demás creaban su vida mientras yo nada más veía la vida pasar.
Esa es la historia de como logré cumplir mi sueño de ser mamá. Mi bebé ya cumplió un año y es una niña feliz y lo mejor es super sana. Cada día es una felicidad enorme ver su carita sonriente al despertar y ver cómo va descubriendo el mundo. Nunca había sentido tanto amor dentro de mí y eso ha sido lo mejor del mundo.