Van varios días que empiezo a escribir esto y no sé cómo seguir.
La realidad es que mi caso al igual que el de miles de mujeres está lleno de errores, y una serie de personas que no hicieron su trabajo del todo bien, incluida yo.
La primera vez que note la bolita, no le di la importancia debida. Tenía 32 años, estaba de viaje y no tenía ningún antecedente de cáncer familiar. Un cúmulo de errores médicos (míos también) y el hecho de que me casaba ese año, me llevaron a posponer la “cirugía estética” para removerla como tenía pensado hacer.
Casi un año después de haberla notado por primera vez, y ante la insistencia de mi papá, volví a visitar un médico, al mes de haberme casado. Desde el primer minuto él supo que algo estaba mal y después de varias pruebas, una semana después estábamos sentados mi esposo y yo oyendo lo que nunca nadie quiere oír. Era cáncer y estaba por lo menos ya extendido a los ganglios, no había tiempo que perder. En las próximas horas, días y semanas, parecería que mi historia la estuviera escribiendo mi peor enemigo. Cuando por fin pudimos respirar yo estaba empezando mi primer ciclo de quimioterapia, con un diagnóstico poco alentador “carcinoma ductal infiltrante, con metástasis en hueso, ganglios, hígado y pulmón, estadio IV” y estaba embarazada de 5 semanas.
Los siguientes meses al contrario de lo que todo mundo puede creer fueron meses llenos de paz. No voy a mentir, fue una montaña rusa, sin embargo, para mí, el contar con una familia que se volcó cuerpo y alma a cuidarnos; un esposo que en lugar de dormir leía casos y expedientes médicos; tías, primas, amigas, amigas de las amigas de las amigas (literal!) y nuestra Fe, hicieron que esos meses, hoy en día no los recuerde con sufrimiento ni dolor sino como meses llenos de alegrías, amor y cariño.
Fue ahí donde descubrí muchas cosas de lo que es ser mujer. Descubrí que por nuestros hijos somos capaces de lo impensable, que por los que queremos somos capaces de sonreír cuando no nos quedan fuerzas, que nuestros cuerpos son mucho más fuertes de lo que creemos y sobre todo que Necesitar al otro no nos hace menos fuertes.
Los meses siguientes, tuve la oportunidad de vivir algo único. Algo que nunca podré pagar. Mis hermanas, mis tías, mis amigas y diferentes grupos de mujeres se unieron para alegrarnos las semanas! El cuarto del hospital se convertía cada viernes en una sala de reunión. Tías, primas, hermanas volaban desde México para hacernos compañía a mi niña y a mi, haciéndonos llegar el cariño de muchas mujeres que estaban detrás. Mis amigas no se quedaron muy lejos semana a semana se hacían presente de forma extraordinaria. Qué puedo decir. La compañía física o emocional de cada una de las mujeres que sabíamos que estaba acompañándonos en este camino era un motor tan fuerte que hacía que el peso que cargábamos se sintiera ligero.
No soy superviviente, vivo con cáncer. Hoy en día gracias a los avances en la medicina Ya no es un, sobrevivir o morir, hoy en día hay una tercera opción que es vivir una enfermedad crónica. Como es mi caso. Y la diferencia entre estas tres siempre es la detección temprana.
Hemos visto al cáncer por muchos años como una enfermedad o que te mata o “le ganas”. La realidad es que nunca le ganas. Lo que te quita, aún cuando te quedas con vida, muchas veces cambia para siempre quiénes somos. A cada uno afecta diferente, y hay los que tienen suerte y pueden retomar una vida normal. Que realmente no es cuestión de suerte, sino es la diferencia de detectarlo a tiempo o no.
En mi caso, al no haber hecho una detección temprana, implica que cada 3 Semanas por el resto de mi vida, hasta que se invente algo nuevo, me tenga que meter un tratamiento, tomar una pastilla diario, y lo que más nos ha costado, la posibilidad de que podamos tener hijos. Somos afortunados porque estuvimos en la puerta de la muerte, pero el cáncer se cobró muchos muchos sueños. La única manera de ganarle al cáncer es detectarlo a tiempo. Con la Salud siempre hay que exagerar. No te conformes con todo está bien no es nada. En la Salud hay que pecar de precavidos.
¿Cómo mujer con que me quedo? Con qué hay que luchar hasta el final. Que hay que hablar de nuestros casos, de nuestros problemas pues a otra mujer puede ayudar. Que el resultado tal vez no será lo que esperabas pero que vale la pena luchar. Te quedas con más paz y with a hell of a ride. Conocer a Francisca, mi hija, sólo fue posible porque no tiramos la toalla las mil y una veces que nos dijeron que no se podía. Para adelante siempre para adelante.
Macarena Olazábal
Ojalá puedas entrevistar a Rebeca Caballero de Cors, fundadora de @acompana_org una fundación donde Acompñañamos a familias en duelo. Debemos de fomentar la educación en duelo.