María, mi maestra de vida.
Hoy quiero compartir con ustedes una parte de mi historia, realmente no sé como empezar, ya que es larga y compleja…empezaré por lo que para mí fue un cierre de un proceso que empezó hace varios años. El sábado pasado le organicé a mi hija María y a Renata su pareja, una despedida de soltera con 50 grandes mujeres, entre ellas estaban Alexa, mi hija menor, mi mamá, mis tías, mis primas, mis grandes amigas, amigas de María y por supuesto mi adorada nuera (¿o yernita?) acompañada de su mamá y su hermana. Hace apenas unos años, jamás me hubiera imaginado que yo pudiera compartir este momento con mi gente mas cercana y sentirme tan feliz y orgullosa de ver a mi hija María, como la gran mujer que es, decidida y emocionada de empezar un camino fuera de casa, con la mujer que ama.
El empiezo fue tortuoso, primero y más que para nadie, lo fue para María. Dieciséis años, María regresa de un campamento llorando. “Mama extraño mucho a una amiga española que conocí, creo que siento algo diferente por ella….” Acto seguido, yo: “Vamos con el psicólogo, seguro es una confusión de la adolescencia”. Un año después, María me avisa que tiene novio, ¡¡¡¡y yo, feliz!!!! ¿Qué pensaba yo?: “es obvio que María no es gay, tiene una familia normal, donde ha recibido mucho amor por parte de papá y mamá, donde hay una formación en valores, no hay motivos……” Cancelado el tema. Duró poco con el novio. Entró a la universidad: “Ma, Pa” nos dice un día, “Puedo invitar una amiga de la carrera a Acapulco”. (Íbamos toda la familia). Nosotros: “Sí, claro amor”. Estando en Acapulco, de pronto una punzada en mi estómago que no se me quitó en todo el fin de semana. Observamos mi esposo y yo, que la forma en que María miraba y trataba a su amiga era diferente a nuestra María con respecto a sus amigas de la prepa. Terminado el viaje, la llamamos, la cuestionamos y le expresamos nuestra preocupación. María lo negó, pero tan sólo dos días después, María nos pide a mi marido y a mí que quiere hablar con nosotros y nos confiesa que, en efecto, tenemos razón, que a ella le gusta su amiga y que pronto serán pareja.
Acto seguido: Una cubeta de agua helada en mi cabeza, ¿cómo? ¿tú? ¿por qué? ¿qué hicimos mal? ¿dónde fallé? A pesar de este frenesí de ideas que ocurrían en mi cabeza, el amor ganó y le dijimos que sea cual sea su preferencia sexual, contaba con todo nuestro apoyo. “Un favor María”, le pedimos, “no lo comentes con nadie hasta que nosotros procesemos esta noticia”. En ese momento se desencadenaron multitud de sentimientos, vivimos una montaña rusa donde hubo momentos de tristeza, de confusión, de enojo, de aprendizaje, en fin, que difícil es a veces para los seres humanos quitarnos ideas preconcebidas, prejuicios sociales, y expectativas, que cuando uno logra analizarlas, cuestionarlas y no vivir dejándose llevar por la inercia de la costumbre, del ¿que dirán?, uno crece como persona, como ser humano. Yo en lo personal, le agradezco a María, que me movió de mi zona de confort e hizo que yo cuestionara, ¿qué es lo que en realidad importa en la vida?, ¿de verdad la preferencia sexual de una persona es algo, a lo que no deberíamos darle tanta relevancia? Tuvimos miedo de cómo iban a reaccionar con esta noticia nuestros papas, nuestros amigos y…. ¡oh sorpresa que nos hemos llevado! Puro amor, apoyo y respeto. Lo que pienso hoy, como mamá, es que lo más importante que les podemos dar a nuestros hijos es todo nuestro amor, educarlos en valores y motivarlos a volar sin esperar que su vuelo sea igual al nuestro. Gracias María.
Leonora (una mamá orgullosa)