Hace 10 años que llegué a la Ciudad de México vivíamos un contexto completamente diferente. Y se los voy a platicar…
En ese momento a mis papás no les decía que era gay porque pensaba que “eso” iba a ser una decepción para ellos, viniendo de Monterrey y ser una sociedad algo cerrada, había sido criado en un ambiente religioso que condenaba la homosexualidad.
Al llegar, sin saber, tenía mucha homofobia interna, prejuicios hacia la marcha, las drags y ni qué decir de las personas transexuales, a quienes desde chico se me había repetido una y otra vez que eran personas desviadas…
Alguien podría pensar… ¿por qué celebran? ¿Para qué hacen una marcha del orgullo?
Yo les voy a contar que la primera marcha a la que fui fue en 2017, y ha sido hasta el momento el día más feliz de mi vida. Pude ver a miles de personas celebrando el simple hecho de ser, fue tan poderoso lo que sentí que no podía dejar de llorar de la felicidad.
Antes de asistir a un PRIDE, yo mismo decía “nunca voy a ir porque esos gays no me representan”… con los años entendí que esos gays a los que yo me refería, visiblemente más femeninos, esas “vestidas” que por años nos han entretenido y que hoy viven su etapa más visible a nivel mundial por shows como RuPaul, y sobre todo la gente trans como Marsha P. Johnson, pionera del movimiento, fueron quienes nos abrieron paso desde los disturbios de Stonewall Inc en 1969, personas que se opusieron a que los siguieran molestando, arrestando, golpeando, o incluso matando por ser quienes querían ser. Gracias a todos ellos nació la Marcha del Orgullo LGBT+ en Nueva York en 1970, este año en México estamos celebrando la número 43.
Hasta ese momento me di cuenta que yo no crecí teniendo alguien a quien admirar, que tuviera la fuerza de decir a los cuatro vientos que era gay, lesbiana o trans.
Acabando esa primera marcha me di cuenta de lo ingrato que había sido, sumergido en un privilegio que muchas veces nos ciega porque yo entraba en ese momento en la categoría del gay al que no se le nota y el que sigue estándares tanto de belleza como de comportamiento. Tener esa información me hizo cuestionarme muchas cosas que hoy me han ayudado a llevar un proceso de deconstrucción, tratar de cambiar las cosas desde mi trinchera para quienes no tienen la misma suerte que yo.
Hoy, celebramos que se han avanzado en muchos temas en la agenda LGBT, pero no debemos perder de vista que aunque en la Constitución dice que nadie tiene que ser sujeto a discriminación, en la realidad esto no pasa, y ni qué decir afuera del santuario que es la CDMX para el colectivo.
Al interior de la República sigue habido cifras preocupantes de asesinatos, o noticias como la de hace unas semanas donde quemaron vivo a una persona por el simple hecho de vivir con VIH (ojo, que hoy en día, con la medicina que hay ya no es mortal este virus si se trata, si no saben de lo que hablo busquen en Google “indetectable = intransmisible)
Lo que no se ve, no existe, de ahí que se piense que es una moda, pero no, los LGBT+ hemos estado desde el principio de los tiempos.
Hoy, vivimos una época en donde la inclusión juega un papel fundamental en nuestra sociedad, y por eso lo celebramos, celebramos con un carnaval con causa cada año los avances y las batallas ganadas, pero también es un momento para seguir exigiendo que no nos sigan matando. México es el segundo país con más crímenes de LGBTfobia en América Latina después de Brasil, y el promedio de vida de una mujer trans es de 33 años.
Después de todo lo que les conté, de ahí viene la importancia de la representación LGBT+ en todo tipo en medios, si hubiera tenido a alguien que me dijera que lo que sentimos no es “anormal”, que no hay nada que curar, tal vez no hubiera crecido con el sentimiento de culpa por amar a alguien de mi mismo sexo…
Yo sobreviví, sin información, sin un medio como Escándala en mi juventud que me guiara, pero muchos no tuvieron la misma suerte que yo, y por ellos, los recordamos, los honramos y los celebramos cada año…
Quique Galdeano – @quiquegaldeano
CEO de Pink Box